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El impacto del desarrollo de las urbanizaciones cerradas sobre las desigualdades socio espaciales

Exploración desde la perspectiva interseccional en la coyuntura pandémica

Dentro de las urbanizaciones cerradas surgen importantes demandas de servicios que representan numerosas fuentes de trabajo; gran parte de esta demanda es satisfecha por trabajadores de bajos recursos provenientes de los barrios vecinos. Por esta razón, dentro del discurso neoliberal dominante este tipo de desarrollos se consideran grandes “usinas generadoras de empleo”, omitiendo mencionar que reproducen de forma exacerbada la precariedad laboral y constituyen la mayor manifestación de segregación socioespacial evidenciando contundentemente la fractura social que provocan en el territorio.

En el artículo se expondrán las implicancias urbanas y de gestión generadas por el desarrollo de aquellas actividades laborales necesarias para cubrir la demanda de servicios dentro de las urbanizaciones cerradas.

Dentro del nuevo contexto pandémico en el que estamos viviendo se están dando ciertos procesos urbanos impulsados principalmente por el cambio de paradigma sobre cómo habitar las ciudades, facilitado a su vez por los avances tecnológicos que permiten la virtualidad tanto en el nivel laboral como en el educativo y de socialización.

Uno de estos es el de las migraciones inversas, en el cual por un lado, familias de clase media alta provenientes del AMBA –principalmente- deciden habitar permanentemente lo que en algún momento fueron sus segundas residencias (para veraneo o esparcimiento) o en el caso de no poseerla, construir una nueva residencia en zonas de menor densidad, preferentemente en barrios cerrados alejados de la ciudad, dejando su vivienda en AMBA como una segunda residencia a la cual regresar eventualmente por alguna necesidad puntual. Este aumento, en la construcción de nuevas viviendas y en la residencia permanente de nuevos propietarios implica un aumento significativo en la demanda de trabajadores para cubrir las necesidades tanto en la construcción como en el servicio doméstico de las residencias, lo que provoca también la migración de familias de bajos recursos en busca de trabajo y una mejor calidad de vida.

Dentro de este proceso, nos interesa analizar el caso de la urbanización cerrada “Costa Esmeralda” ubicada en el Pdo. de la Costa Bonaerense y sus implicancias urbanas en los partidos lindantes, puntualmente en la localidad de Ostende, Pdo. de Pinamar.

Ubicación del Barrio Costa Esmeralda y del barrio satélite.
Fuente: Producción propia en base a imagen de Google Earth

La segregación socio espacial desde el enfoque interseccional

”Cuando hablamos de interseccionalidades nos referimos a una perspectiva teórico-metodológica que surge para dar cuenta del cruce o imbricación de las interrelaciones que están en la base de las desigualdades”.

(Berserzio, 2020)

Para delimitar los alcances del artículo se presenta a continuación el enfoque adoptado para la noción de desigualdad y su articulación teórico metodológica con la noción de interseccionalidad.

En relación a la noción de desigualdad, concordamos con las Naciones Unidas cuando sostienen que está no solo se trata de la riqueza (el patrimonio neto) o de los ingresos (el sueldo bruto). Sino que también puede abarcar la expectativa de vida, la facilidad que tienen las personas para acceder a los servicios de salud, la educación de calidad o los servicios públicos. Y que también hay desigualdades entre los géneros y entre los grupos sociales.

En lo que refiere a las interseccionalidades, vale aclarar que en este artículo serán entendidas como un aporte al conocimiento cuya razón de ser radica en su atención a las desigualdades sociales (en ingreso y trabajo, en protección social y cuidado, en educación, salud, vivienda y acceso a servicios básicos) y su correlación con el territorio. Por lo que se utilizaran como estrategia analítica aportando nuevos ángulos de visión sobre los fenómenos sociales; como praxis crítica en los proyectos de desarrollo y como una innovación dentro de la perspectiva de justicia social.

En cuanto a sus aportes cabe destacar el que presentan dos referentes que trabajan el concepto de interseccionalidad, una de ellas es Kimberlé Crenshawen (1989) quien explica el concepto a partir de un grupo social específico, las mujeres afroamericanas; lo que ella detecta es que la desigualdad que están viviendo estas mujeres es una desigualdad fruto del resultado del cruce de tres condiciones: la clase, el género y la raza. Crenshawen sostiene que esta conceptualización de la desigualdad no es la suma de estas tres desigualdades, sino que es producto de una interseccionalidad que denomina “desigualdad específica”.

Por su parte, la autora Patricia Hill Collins (1990) explica que al hablar de intersecciónalidad no sólo se habla de opresión sino también de privilegios, ya que las personas en su condición de sujeto están situadas en una matriz de dominación, Y sostiene que la interseccionalidad “Se trata de un concepto vivo, en evolución, de acuerdo con las convenciones sociales temporales involucradas y al marco y estándares de justicia social de nuestras sociedades” (Hill Collins, 2015).

Las problemáticas ocasionadas por la interrelación entre urbanización y clases sociales ha sido muy fecunda desde los autores clásicos hasta los contemporáneos. Por esto es que el enfoque que utilizará este artículo, considerándolo como un aporte innovador a la perspectiva de justicia socioespacial es predominantemente relacional y supone como explica Wright “un análisis dinámico de la generación de posiciones sociales desiguales” (2009) e introduce la cuestión de cómo la ubicación en un determinado territorio, el tipo de vivienda y el régimen de propiedad pueden actuar como criterios legitimadores de esa desigualdad.

Se tratará de evidenciar cómo las diferentes ocupaciones, sus ramas de actividad, su status y otras características tienen su correlato en un acceso diferencial a las posiciones socio-espaciales en los procesos de urbanización de corto, mediano y largo plazo.

Entre las grandes transformaciones de los años 90, en Argentina se consolidó un proceso de dualización espacial que definió un nuevo tipo urbano marcado por el contraste social. El trasfondo explicativo de esta nueva matriz urbana está dado por una economía caracterizada por una doble condición “su carácter extraordinariamente incluyente y excluyente a la vez” (Castells y Borja, 1997). De esta manera, si por una parte el crecimiento económico representa un sistema dinámico y expansivo, por otro se torna en un sistema segregante y excluyente de muchos sectores sociales. Este proceso arroja como resultado una transformación urbana que involucra tanto a las ciudades como a los ciudadanos.

Maristella Svampa define la segregación del modelo neoliberal como la “distancia –insalvable y permanente- entre los diferentes componentes de la sociedad [que ilustra] la consolidación de un modelo específico de socialización basado en el contacto entre grupos homogéneos desde un punto de vista social y racial” (Svampa, 2001); y podemos agregar que el territorio se configura como producto de una urbanización regulada por el mercado inmobiliario donde los precios diferenciados de los terrenos y de las viviendas definen quiénes pueden residir en determinados espacios geográficos; ya que siempre que se lleva adelante un importante desarrollo urbano se moviliza gran número de mano de obra, quienes se localizan en barrios satélites generalmente ubicados en terrenos usurpados en las periferias de las urbanizaciones cerradas, construidos de manera informal y utilizando infraestructuras y equipamientos insuficientes o inadecuados.

El nuevo panorama urbano que se constituye entonces es el de un nuevo patrón que genera una fragmentación social y espacial en donde las fronteras entre los sectores de mayor y menor poder adquisitivo generan brechas más altas pero con localizaciones más cercanas.

Esta dinámica es más notoria en territorios alejados de las grandes ciudades ; tal es el caso del barrio Costa Esmeralda, en el cual durante el último periodo, en gran parte por las circunstancias actuales que estamos viviendo por la crisis provocada por la Pandemia del SARS-COVID 19 y la modificación en la forma de habitar las ciudades, se está dando un gran aumento de construcciones de nuevas residencias ya sea para vivienda permanente en busca de una mejor calidad de vida o simplemente como una opción de capitalización de las familias con los recursos necesarios ante los constantes problemas económicos que está atravesando el país. Paralelamente, este desarrollo edilicio, provoca que personas de menores recursos, ante la falta de trabajo en las grandes ciudades, decida trasladarse junto a su grupo familiar en busca de posibilidades de empleo y de una mejor calidad de vida, conformando barrios satélites para su residencia.

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