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HI es Centro

Hace algo mas de tres años iniciamos la tarea de construir, en el ámbito de la FADU UBA, un espacio de producción e intercambio que se definiera a partir de poner en el eje de sus preocupaciones el hábitat popular.

El espacio se constituyó en su inicio como un encuentro de pares donde las diversas investigaciones preexistentes en la materia encontraron por fin un foro donde compartir sus avances, potenciarse en el trabajo sobre territorios comunes, colaborar en forma conjunta en diversas inserciones de grado y posgrado, llegando incluso a constituir una referencia regional al sumar los aportes de grupos afines provenientes de Rosario, Córdoba y Montevideo, entre otros.

Villamiseria-buenosAires

Paradójicamente aquellos que nos cruzábamos cotidianamente en los territorios concretos de acción, pudimos empezar a hacerlo también en nuestra institución originaria y fue, no casualmente, en el Instituto de la Espacialidad Humana dirigido por Roberto Doberti, donde encontramos marco institucional y humano, puertas abiertas y ausencia de prejuicios para iniciar un camino de proyección conjunto.

Es cierto que la FADU en los últimos años había venido sumándose a la renovada visibilización de la temática, retomando compromisos claramente ausentes de sus prioridades durante la noche neoliberal. También es cierto que no bastaba para ello con enunciar correcciones políticas o con recomenzar las tareas en un “como decíamos ayer” porque los contextos y desafíos presentes son bien distintos a los pasados.

No resulta casual entonces tampoco que en el HI se hayan concentrado docentes – investigadores con cierto sesgo generacional, donde la juventud y su proyección (quizás con la sola excepción de quien esto escribe) hayan impreso un sesgo inevitablemente proyectual a la construcción de conocimientos.

Entender como ineludible la multireferencia disciplinar (bienvenidos abogados, economistas y cientistas sociales entre otros) pero sin abandonar la herramienta capaz de anticipar las deseadas transformaciones, que no es ni puede ser otra que el tan mentado “proyecto”. Esta es, desde el inicio de este esfuerzo, la consigna compartida: no subordinar ni disolver los saberes proyectuales ante el desafío de la temática, sino muy por el contrario recibir los necesarios aportes externos para traspasar sus límites, democratizar sus modos, en definitiva hacerlos inclusivos.

Producción, trabajo territorial y transmisión académica también se reformularon, disolviendo sus pretendidas fronteras, confundiendo sanamente sus campos, dejando de lado paralizantes disquisiciones entre pensar y hacer, entre teoría y práctica, entre herramienta y territorio.

Hemos intentado, y muchas veces logrado también aquí, practicar la muy mentada y pocas veces alcanzada complementariedad de los diseños. En todos los proyectos confluyen expresiones urbanas, arquitectónicas, y de los diseños en igualdad de condiciones, alternando protagonismos diferenciados según sea el enfoque pertinente. Vencer una visión jerárquica donde la ciudad subordina arquitecturas, objetos y comunicaciones, para pasar a una articulada donde los distintos saberes se asocian en grados operativos respecto de la temática abordada, plantea nuevos enfoques que quizás puedan ser positivamente transferibles a otras instancias de la actividad académica.

No hay una arquitectura, un urbanismo y unos diseños distintos, para pobres. La verdadera inclusión es poder disponer de lo mismo, no caer en la complicidad consciente o inconsciente de conformarse con poco, con subproductos posibilistas, con gestiones mediocres, en definitiva naturalizando la exclusión que discursivamente se pretende superar.

Las políticas regionales de reconstrucción del Estado y su poder arbitral en pos de una sociedad mas justa plantean un piso de partida desde el cual la Universidad Pública puede y debe intervenir en su calificación y profundización.

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